sábado, 24 de diciembre de 2011


Ayer, por fin, estrenamos Prohibido suicidarse en Primavera, obra teatral que Alejandro Casona escribió en México allá por el año 1937.

Todo auguraba a que sería un día intenso, de esos que se hacen interminables porque nunca llega la hora y que, de repente, cuando se acerca el momento en que se va a producir el evento, se precipitan rápidamente con fuerza y frenesí.

Se abrió el telón y, sobre el escenario, estaban Íngrid (Hans) y el Doctor Roda. Entre bambalinas, el resto de personajes miraba cómo iba desarrollándose la función. Pronto salió la Dama triste, así que, en breves me iba a tocar salir a mí. Tomé mi personaje, el Amante imaginario, me lo tragué de un suspiro y pisé el escenario. Aquel era el momento y, por fin, había llegado...

Alicia, Fernando, Cloe (Chole), Juan, el padre de Alicia, Cora Yako, fueron, en este orden, quienes continuaron adueñándose de la escena a cada palabra, a cada paso que daban. Supongo que los nervios, incluidos los de nuestros tres queridos co-cos, estaban a flor de piel. Habíamos currado mucho durante los meses anteriores y queríamos que saliera bien. Desde arriba, se oían las risas de la gente, las exclamaciones llenas de sorpresas, e incluso el silencio más absoluto por su atención hacia lo que acontecía en la escena. Creo que eso nos iba ayudando, nos iba dando aún más fuerzas para poder volver a salir a escena y disfrutar de lo que allí arriba estábamos interpretando...

Y se cerró el telón. Sonó "Don't Stop me Now" y se me erizaron todos los pelos. Miré a todas las caras y vi felicidad. Sentí que algo nos unía, que ese momento tenía algo especial, y al ver a Marta salir a saludar, bailando, sonriendo, me invadió una inmensa alegría. Así que también bailé y cuando ya estábamos todos afuera, aplaudiendo, y salieron los co-cos, me emocioné. Se cerró el telón y nos fuimos buscando. Nos abrazábamos, gritábamos, reíamos...

Gracias por este precioso momento

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