domingo, 9 de mayo de 2010

En el café de las niñas

En el café de las niñas, sirven vinito. En el café de las niñas, sirven anís. Allí, unas mesitas de madera, con sus sillitas de apariencia rústica, son el único mobiliario que acompaña a la barra. Del techo, unas lámparas sencillitas, de esas que se apagan tirando de un cordel. Y, al fondo, al ladito del reloj, una radio de esas antiguas deja sonar un poco de copla y de flamenquito, mientras los habituales conversan y juegan a las cartas.

De repente, desenfundan las guitarras y comienza a sonar el flamenquito. Al poquito tiempo, se une "La Canija", acompañando con su voz, para mandarnos unos cuantos "besos de cristal". Está claro que cuando llega el duende, aparecen las "verdades ocultas" y se apaga la luz del local. Afortunadamente, vuelve a abrir sus puertas y el sonido de la música comienza a discurrir por encima y por debajo de las cabezas de los allí presentes, llegando hasta "los huesos". Entre los diferentes rincones de la taberna, podemos ver los timbales, la batería, el bajo y el cajoncito flamenco que también nos acompañarán.

D'Callaos recrean así la taberna que les vio nacer, aquella donde ofrecieron su primer concierto y la llevan allá a donde van. Un puñadito de su arte, con "almoraimas" incluidas, en la tranquilidad de los teatros. Tan sencillo y tan difícil como si sacasen un pequeño tesoro de alguno de sus bolsillos y nos lo quisieran mostrar. Así que allí estuvimos, disfrutando de sus canciones, hasta que "se fue la luz". Bueno, aún quedaba un temica más, con el que volando íbamos y volando veníamos, entreteniéndonos por un camino de música y agradable flamenco.

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