lunes, 2 de febrero de 2009

Resolución de conflictos

Imagen extraída de: http://www.iscarnet.com/
Hoy tocaba trabajar este tema con los/as quillicos/as del Colegio Las Fuentes. Para ello, Pablo y Cristina, por un lado (con los/as chicos/as de 6º), y Marta y yo, por otro (nos toca 5º), hemos utilizado una actividad que a mí, particularmente, me encanta: La Dinámica de los cubos, con la cual se realiza una simulación de los intercambios entre los países industrializados y los países en vías de desarrollo.

Se repartía el material:
Grupo 1: 2 cartulinas, 3 reglas, 3 lapiceros, 1 tijeras y celo.
Grupo 2: 1 cartulina, 3 reglas, 3 tijeras, 3 lapiceros y celo.
Grupo 3: 7 cartulinas y celo.
Grupo 4: 8 cartulinas y celo.

Se elegía a un representante para negociar y la misión era construir el máximo número de cubos de 6 centímetros de lado cada uno...

Al final, obviamente había que comentar "la jugada". Cómo se habían sentido, tanto los que más cubos habían realizado, como los que menos y porqué creían que habían realizado ese número de cubos.

También y, aunque en menor medida, nos hemos adentrado en la asertividad, agresividad o inhibición de algún participante dentro del grupo.

Finalmente, hemos pasado al fondo de la cuestión: ¡qué carajo se había representado!
Así, las reglas, lapiceros y tijeras, se convertían ante sus ojos en la tecnología; las cartulinas y los celos, en materias primas; y ellos, en recursos humanos. De esta manera, lograban entender la distribución de recursos y la manera de conseguirlos por parte de los países denominados ricos y aquellos que se les denomina pobres.

También, y con esta cabeza alocada mía y por medio de dibujos, lograban entender porqué hay países que crecen más rápido (los ricos), a una media de 3 ó 4 cubos al año, y otros que, aunque crezcan, lo hacen muy, muy, lentamente (los pobres), a una media de 1 cubo al año. Así, observaban cómo en tres años la diferencia de cubos era más y más grande. Vamos, real como la vida misma. Sus representantes se convertían en presidentes del gobierno, a los cuales, no sé por qué, los dibujaba con rayitos al rededor de la cabeza. Su manera de negociar, así como la capacidad de escuchar y tener en cuenta al grupo (el pueblo), o no, los convertía en buenos o malos dirigentes, etc.

Esquema de cómo quedaba la pizarra después de nuestra explicación

Pero, en esta ocasión se dio la novedad. Alguien nombró la palabra crisis... ¡Clinc! Una bombilla se encendió en mi destartalada cabeza. Así junto al gobernante de un país desarrollado, situado entre los países ricos y pobres (dibujados como circulitos), dibujamos a un banquero, con su sombrero de copa y su muchísimo dinero. Les explicamos cómo los países ricos, durante muchos años (recordad que no se llegó a dar el famoso 0,7), han negado poder dar dinero porque argumentaban no poseerlo y necesitarlo para el buen devenir de su economía. Pero, de repente ¡zas! llega la crisis y todo el mundo se echa a temblar. Casualmente, el banquero (hasta entonces forradísimo de pasta), pide dinero y, claro, el gobernante suelta guita... mucha guita. Pero ¿de dónde sale ese dinero? ¿No decían nuestros gobernantes que no tenían para dárselo a los países que realmente lo necesitaban?

La cara de los/as niños/as reflejaba el asombro. Comprendían que había algo que no les cuadraba. Así que, la aparición de esa gran mentira nos llevaba a plantear la solidaridad. Pero, no sólo esa falacia, sino un hecho que había ocurrido en el aula. Un "país rico" había dado un lapicero, por nada a cambio, a un "país" que no tenía y que lo necesitaba. Gracias a ese lapicero, ese grupo había conseguido realizar más cubos que si hubiese tenido que negociar duro para conseguirlo. Ante ellos/as, un simple lápiz se convertía en, por ejemplo hospitales, o carreteras, o escuelas, infraestructuras que ayudaban a poder utilizar su dinero para crecer un poquito más y, así, poder ir paliando las diferencias.

Obviamente, acabamos la actividad visualizando un mundo más solidario que permita ir reduciendo tanta diferencia, tanta mentira y tanta competitividad de manera que comprendiesen que repartir la riqueza, al fin y al cabo, beneficia a todos.

Al terminar en la última de las aulas (Marta ya se había tenido que ir), se me acercó la profesora (Lola se llama ella), y me dijo: "Muy bien, muy bien explicado. Me ha gustado mucho." Salí con ganas de llamar a mi compi y comentarle estas últimas palabras que, sin duda, nos van a alentar (más si cabe), a seguir explicando con total naturalidad (cómplice, divertida y alocada), una manera, la nuestra, de ver el Mundo.

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